Esta vez, sólo para transcribir un texto de Carlos Barragán publicado en Miradas al SUR.  Vale la pena.
 PALABRA DE PERIODISTA A MERCENARIO
   
Ernesto,  me tenés podrido. La vez pasada contesté tu columna porque me citabas  directamente aun sin nombrarme. Y esta vez lo hago porque, otra vez sin  citarme, leo en tu nueva columna que versa sobre qué es ser periodista:  “en estos tiempos en los que se pretende instalar que la única manera  digna de serlo (periodista) es recibir una paga –directa o indirecta–  del Gobierno y repetir que todos los periodistas son títeres, y que  todos los opositores son malísimos y que todos los oficialistas son  realmente brillantes”.
Me tenés podrido, Ernesto. Porque yo recibo  una paga “indirecta” del Gobierno, de la misma manera que lo hacen mis  compañeros de programa, una paga que recibimos para criticar cómo se  maneja el periodismo cuando las papas queman. Porque ahora las papas  queman, Ernesto. ¿Sabés por qué? Porque el grupo económico –que a vos te  da tu paga– cuando deba atenerse a nuevas normas elaboradas, dictadas,  sancionadas y aplicadas democráticamente perderá gran parte de sus  negocios. Y estos negocios incluyen el gran negocio de monopolizar el  relato de la realidad. Ya sé que eso no es cierto para vos que no creés  que TN, los noticieros del 13, y demás parlantes, hayan saboteado la  125, ni que hayan saboteado el pago de deuda con reservas, a Marcó del  Pont, la estatización de las Afjp, todos los viajes diplomáticos, ni que  inventen que Carrió es una política lúcida, ni que bombéen la AUH, ni  que reprochen (y tergiversen) día a día cada dicho de la Presidenta, ni  que tilden de mentira cada anuncio oficial, ni que llamen “piquete” o  “caos de tránsito” a toda expresión social… y la lista es interminable,  Ernesto. Porque aunque vos no lo creas la mayor empresa periodística del  país –que es en la que trabajás– no para ni un segundo de maquinar para  imponer su verdad. Que no es una verdad cualquiera (todos tenemos una)  sino la verdad de un grupo económico que intenta sobrevivir cuando las  papas queman. Y las papas queman, Ernesto. Porque además esa empresa que  paga tu sueldo nació, creció, se desarrolló y se volvió hegemónica  entre sus competidoras de manera tan oscura que hasta parece que las  torturas fueron parte de su fundación. ¿Pensás que lo de Papel Prensa es  otra manipulación?
Y esa empresa, esa que vos no creés que esté  fuera de sí para autoconservarse, tiene el problema de que su dueña  podría ser apropiadora de hijos de desaparecidos. Tanto podría serlo que  hace nueve años que está evitando la resolución del caso.
Entonces,  Ernesto, me tenés podrido. Porque la máquina periodística donde trabajás  está puesta al servicio de evitar a cualquier costo que se compruebe el  delito de apropiación de personas, el delito fundacional de Papel  Prensa, y que se aplique una ley democrática que choca contra su  funcionamiento hegemónico. Esa empresa periodística usa al periodismo  como una palanca para sobrevivir como empresa comercial.
Y hablás de  periodismo y dignidad, Ernesto. Y te enojás con quienes señalamos esto, y  te tomás el trabajo de encontrarle virtudes a Majul, a Morales Solá, y a  Santoro. ¿Qué tal si buscás algún delito resuelto por el Fino Palacios,  o si te acordás de lo bien que hizo Menem en sacar el servicio militar,  de contar que Neustadt le dio trabajo a un adolescente y hombre de bien  Carlitos Ulanovsky, o que Cecilia Pando es una mamá copada?
Tu idea  es que nada es blanco o negro, que todo es un poco de todo, que las  cosas no son tan claras, que no hay buenos ni malos, que nadie es dueño  de la verdad, que no se puede tirar la primera piedra y un montón de  clishés más para explicarte a vos mismo que el mundo es un lugar  inasible, gelatinoso, donde todos somos más parecidos que diferentes.  Pero las papas queman, Ernesto. Hay cosas que están cambiando y hay  quienes quieren que cambien, y otros que no. Y habemos quienes ponemos  la cara para que las cosas cambien, y nos sentimos en el lugar correcto.
Yo  soy uno de esos que cobra, como decís vos, “indirectamente” del  Gobierno. El mismo Gobierno que paga a los maestros para enseñar, a los  médicos para curar, a los policías para cuidar, y a mí para que pueda  pensar sin las presiones de las buenas empresas. Que son buenas, pero a  veces se vuelven demasiado poderosas. Y me pagan, me pagan con menos  ceros de los acostumbrados en la tele. Como para que ese dinero no me  genere un amor desmedido por quienes me pagan. Ese amor, ese Síndrome de  Estocolmo que a veces viven los periodistas estrellas, engordados  desmesuradamente para que hagan suya la lógica empresaria del millón, el  dos, el tres, y el infinito.
Porque las papas queman, Ernesto.
Por  eso cuando decís: “Ojalá el periodismo no se transforme en la  mediocridad de cobrar un sueldo en el Estado para elogiar al Gobierno y  detractar a sus críticos”, yo siento que forzaste una abstracción que no  abunda en honestidad intelectual.
¿De qué críticos al Gobierno  hablás? ¿de Magnetto? ¿de la Sra. de Noble? ¿de Mariano Grondona? ¿de  Blank? ¿de Kirschbaum? Ya lo sé, no te gusta que se ataque a la gente,  porque nadie es un “malo absoluto”. Pensás que eso es berreta, de  barricada, es la lógica del amigo/enemigo. Una baratija dialéctica para  engañar a los incautos.
Pero la mediocridad de cobrar un sueldo del  Estado para elogiar al Gobierno, es muy parecida a la grandeza de cobrar  de Clarín para elogiar a Clarín.
¿Estoy loco, o alguna vez te  escuché elogiar a Clarín porque ahí trabajás en libertad?
Yo no creo  que por eso seas un mediocre ni un héroe. Tendrás alguna buena razón  para querer estar ahí, pero para eso necesitás olvidarte que estás en un  lugar donde hoy el periodismo se pasa por una picadora de carne. Y  donde tu libertad individual en el mejor y más triste de los casos sirve  como el aceite que lubrica a la máquina de desinformar. La máquina de  proteger a la máquina.
¿Creés que en Mitre me querrán dar un programa  a mí? ¿Y si voy con Pablo Llonto? ¿O a Sandra Russo, o a Galende para  escuchar “todas las voces”?
Me tenés podrido, Ernesto.
Mis elogios  al Gobierno los hago desde antes de estar donde estoy. Los hacía  gratis. En realidad esos elogios los pagué de mi bolsillo. Los pagué con  alguna oportunidad de trabajo perdida. Y mis críticas al Gobierno las  hago entre amigos, porque el espacio que tengo en la tele. prefiero  usarlo para criticar a quienes no quieren nada de lo bueno del Gobierno.  ¿Te parezco muy indigno?
Tu columna habla del Día del Periodista, y  escribís “en estos tiempos me vienen a la memoria muchas de las  historias valientes, íntegras y conmovedoras…”.
Mirá, Ernesto, en  estos tiempos para el periodismo las papas queman, y no me parece  conmovedor haberse quedado bajo el ala de la corporación periodística  más poderosa que existió en el país. Corporación que a tu mencionado  diario Di Presse, seguramente –y como es su estilo– no le haría la vida  fácil.
A mí, como a vos, me encantaría que hubiera más de un buen  diario escrito en idisch, diarios en mapuche, en guaraní, diarios de  derecha, diarios zurdos, diarios fachos, diarios brillantes, y diarios  mentirosos también.
Por eso defiendo la ley de medios, y por eso  estoy orgulloso de estar en Canal 7.
Por eso me tenés podrido. Porque  las papas queman, y vos seguís mirándote el ombligo. Porque nos agarró  una granizada, y vos pensás que hay gente mala que te tira piedritas  blancas. Y es que graniza, nomás.
Porque el clima a veces cambia, te  guste o no te guste.
Por:Carlos Barragán, periodistacultura@miradasalsur.com