domingo, 6 de noviembre de 2011

Unas fotos

La de los abuelos en la playa, los quince de Euge, el casamiento de tía Laura, ésas; y algunas más. No le quedaban muchas. Pero las atesoraba como si fuesen, bueno... ¡eso! un tesoro.

Las primeras lágrimas no tardaron en aparecer, dejando un surco marrón a su paso. El polvo aun ejercía su influencia.

No eran sólo las fotos... era la ropa, la suya propia y la de Andrés. No una muda: toda la ropa. Los libros, los cd´s, los muebles, el equipo, la tele... el lavarropas, la heladera... los recuerdos de sus padres. Los papeles... las plantas...
Una tragedia.

Las horas transcurrían y nadie se hacía cargo de nada. Daniela no tenía adonde ir. Ni ella ni Andrés tenían familia en Buenos aires. No había podido avisarle. En el apuro se le quedó el celular en su casa. Y del número de su esposo ni se acordaba, que para eso están hechos los número de los celulares, para que nadie los recuerde.

De pronto vio su rostro reflejado en una vidriera y un poco a su derecha, la única persona con la que había trabado trato a lo largo de los seis meses desde que habían comprado el departamento. La cara de la mujer la terminó de horrorizar. Desencajada, con la mirada perdida.

¿Qué vas a hacer, Daniela? Andrés llega en tres días..
¿Qué vas a hacer, Daniela?



(Continúa mañana)

No hay comentarios: