domingo, 5 de julio de 2009

Ricardo Prado


Aquella mañana de 1975, yo estaba sentado al pié de la escalera al patio de la escuela secundaria de Lugano a la que asistía, lagrimeando porque repetía el año.

A unos pasos estabas vos, Ricardo. Llegabas de otro colegio y acababas de inscribirte. Me acuerdo que te acercaste y te quedaste charlando un rato y me consolaste un poco.

Confieso que te miré medio raro al principio, ya que yo no era el típico tipo popular a quien todos querían acercarse. Más bien todo lo contrario. Pero allí percibí que tenías algo especial.

Unos días después nos encontramos compartiendo el aula. Y yo, que por no soportar la segregación el año anterior me había hecho casi cien ratas seguidas (solo), me senté con vos y nos hicimos inseparables. Vos no eras como yo, pero tampoco como los demás. Ese año no me rateé ni una vez.

Tenía alguien con quien compartir y aprendí también a abrirme a los demás. No fue un placer, pero no estaba tan mal.

Descubrimos que vivías a 4 minutos en bici de mi casa y hasta nuestras familias se hicieron una.

Si habremos compartido cosas. La secundaria pasó y nosotros seguíamos adelante con nuestras vidas, pero siempre, siempre, teníamos tiempo para pasar juntos.

Después se agregó mi amigo Alfredo -de la infancia- y juntos salimos con tres hermanas... Qué época!

Vos te quedaste con Ana. De aquel sexteto fuiste parte del único dúo que formalizó.

Me acuerdo que ayudado por mi vieja, te hice la torta para tu casamiento y me encargué de sacar las fotos (yo era fotógrafo por entonces).

Y nuestra amistad crecía. Nos hemos dado muchas manos, a veces creo que vos más a mí. Pasaron los años y se produjo nuestra separación. Te habré cansado, quizás. A lo mejor llegaste a sentir que yo era un perdedor.

La cuestión fue que hace siete años dejamos de vernos.

Anoche me enteré de tu partida. Un borbotón de palabras médicas dichas por Alfredo en el teléfono, conjeturas, en fin... Todo para intentar dar explicación a lo inexplicable. Tenías sólo 48 años. Y una hija pequeña a la que no llegué a conocer.

Anoche murió un pedazo muy grande de mi vida. Así como seguro nos extrañamos durante estos últimos años, te voy a seguir extrañando.

No va a ser lo mismo. En el fondo siempre sentí (creo que vos también) que estaba la posibilidad de un encuentro y - café de por medio- recrear nuestra hermandad.

Ahora se que no es posible. Por eso es distinto. Ya no voy a poder decirte que te quiero, hermano de la vida.


a RICARDO GABRIEL PRADO 26/3/60 - 4/7/08 In memorian



Decir amigo
es decir juegos,
escuela, calle y niñez.
Gorriones presos
de un mismo viento
tras un olor de mujer.

Decir amigo
es decir vino,
guitarra, trago y canción
furcias y broncas.
Y en Los Tres Pinos
una novia pa' los dos.

Decir amigo
me trae del barrio
luz de domingo
y deja en los labios
gusto a mistela
y a natillas con canela.

Decir amigo
es decir aula,
laboratorio y bedel.
Billar y cine.
Siesta en Las Ramblas
y alemanas al clavel.

Decir amigo
es decir tienda,
botas, charnaque y fusil.
Y los domingos,
a pelear hembras
entre Salou y Cambrils.

Decir amigo
no se hace extraño
cuando se tiene
sed de veinte años
y pocas "pelas".
Y el alma sin mediasuelas.

Decir amigo
es decir lejos
y antes fue decir adiós.
Y ayer y siempre
lo tuyo nuestro
y lo mío de los dos.

Decir amigo
se me figura que
decir amigo
es decir ternura.
Dios y mi canto
saben a quien nombro tanto.


Joan Manuel Serrat




8 comentarios:

Viejex dijo...

No ganamos para disgustos, puta madre!imagino tu dolor tanto por la partida como por estos años que te perdiste con tu amigo. No tengo palabras, Claudio (en estas situaciones nunca las tengo). Te mando un abrazo.

Luis dijo...

Como siempre, el Nano le pone palabras a todo aquello que nos sucede y que no podemos explicar. Si la muerte es inentendible la de un amigo lo es más. Que tu tiempo de dolor pase pronto

BUMAIË dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
BUMAIË dijo...

El relato inicial es increiblemente mágico.

Ricardo seguirá vivo en vos para siempre Claudio, y nunca es tarde para contactarse con lo que aún vive de él. Cuando el momento lleguem y las lagrimas se hayan secado, no creo que sea mala idea conocer a su pequeña, y quizás, por qué no, contarle como vivió su papá.

Addendum: La partida de Ricardo debería ser hoy también un gatillo para vos, un detonante. Un balde de agua fría que te despierta del letargo para que no pierdas de vista a los que aún estan entre nosotros, llamalos para un café... o para varios cafés.

BUMAIË

El gato vagabundo dijo...

Cuando un amigo se va
Queda un espacio vacio
Que no se puede llenar
Con la llegada de otro amigo.


A aquellos amigotes de la infancia y adolescencia, a aquellos amigotes de juventud y parranda, a aquellos amigos que una vez nos pusieron la mano en el hombro y se quedaron en silencio... a esos amigos, les debemos la vida.

Aunque a veces no volvamos a vernos nunca mas.

Mariano dijo...

EN sintonía con el Viejo, tampoco suelo tener palabras para estos momentos. Sólo puedo ofrecer mi presencia. Acá estoy. Te recomiendo que sigas el consejo de Bumaie, siempre se está a tiempo.
Y el texto me gusto. Trasmite mucho, muchísimo de vos Claudio.

Abrazo.

Mariano dijo...

Y encima me hiciste hablar en serio. Todo un logro.

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Viejex: Igual sirve su presencia.

Luis: Gracias, eso espero.

Bumaië: Agradezco tus palabras y tu sugerencia.

Gato: Por eso que decís y mucho más, tenés razón en mi caso.

Mariano: Gracias, chabón.