jueves, 21 de julio de 2011

¿Qué pretende Usted de mí?


No tengo cura. Leo o escucho alguna nota y me quedo pensando. A veces me pasa con alguna reflexión ajena, pero otras, con una propia. Esta vez no recuerdo con qué quedé colgado de la disyuntiva empleo-trabajo.

Rumiaba en plena soñolencia previa a la siesta, cuando –de pronto- como casi todos los días en horarios distintos a cual más incómodo, sonó mi teléfono de línea, atendí y era un telemarketer de Telefónica, para ofrecerme por enésima vez el servicio de Speedorry.

De nada sirve que les diga una y otra vez que no quiero el servicio. Ninguna de mis formas (les aseguro que son creativas, a veces) hace mella en el operador de turno.

Mi negativa más creativa fue dejarle sentir al operador que ya tenía conquistada la venta, con preguntas muy atinadas, mostrando interés creciente. Hasta que le descerrajaba la pregunta mortal: ¿Junto al kit de instalación, me envían una computadora, no? Porque sino voy a tener que habilitar Speedorry en la licuadora o el mixer…

Pude imaginar (no sin disfrute) la cara de mi anónimo interlocutor. Se quedó callado un instante que pareció un siglo. En su cuadrado esquema mental no concebía un hogar donde no hubiese una computadora. Cuando asimiló la respuesta, me dijo –muy suelto de cuerpo- que cómo no le había dicho que no tenía ordenador. Le contesté que él no me lo había preguntado, ni él ni ninguno de los 347 que me habían llamado anteriormente por el mismo tema, obteniendo una negativa de mi parte.

Por lo menos sirvió para que durante una semana como mínimo las únicas interrupciones telefónicas indeseables de ese período fuesen de un insistente cementerio privado (¿sabrán de mí algo que yo desconozco?) y una concesionaria de automóviles que me urgía a aceptar una bonificación especial en la compra de un cero kilómetro bajo el lema de ULTIMO AVISO.

Me quedé pensando en los empleos basura (operadores de call centers y telemarketers, en este caso).

¿Qué pretenden las empresas de mí, de nosotros? Que pidamos servicios que no queremos, que aceptemos compras y promociones que no necesitamos aunque vayamos a rechazarlas luego, haciendo perder tiempo de trabajo a mí, a Ud. Y a sus empleados?

¿O encajarnos un servicio o producto en forma como mínimo desleal?

Porque como consumidores tenemos derechos, lo saben. Y podemos accionar.

Los operadores/telemarketers no se la llevan de arriba en este caso, ya que son rechazados por mí y otros cientos de personas en forma diaria. Algunos con insultos de por medio (la mayoría: hartos como yo de rechazar compras o suscripciones que no pedimos).

Pobres muchachos. Ellos sólo reciben órdenes y se limitan a cumplirlas con un mínimo libreto estudiado a medias o leído de la pizarra grande que cuelga frente a los insalubres cubículos en los que tratan de cumplir su labor, o bien de post-its pegados alrededor de la pantalla de su estación de trabajo.

Llamo al servicio comercial de Telefónica, logrando que me atienda un ser vivo (tampoco es para festejar su vivacidad, pues muchas luces no tenía), consigo hacerme entender, solicitándole tengan a bien sacarme del listado de promociones. No fue fácil conseguirlo, pero lo logré. Termina la conversación, con los saludos pertinentes y me encajan una grabación ofreciéndome… ¿saben qué? SPEEDORRY…

No es vida.

1 comentario:

Viejex dijo...

No pude evitar que viniera a mi mente el recuerdo de esto

"la venganza del usuario"