miércoles, 23 de abril de 2008

Mis maestros II

Ya entonces había comenzado la degradación del sistema educativo, con sueldos de cada día menor poder adquisitivo, con decisiones arbitrarias de cada “administración” gubernamental.

Empezaron por infamar la carrera docente con bachilleratos con orientación pedagógica, posibilidad de ser maestros con sólo el título secundario… o un par de años más… En fin, cualquier jovencita (en los varones no estaba muy bien vista la profesión) que tomara la suplencia por dos mangos.

La cuestión es que cada vez el prestigio de nuestros docentes en la sociedad iba bajando paulatinamente, al tiempo que la calidad de los docentes.

Y empezaron a aparecer esos nuevos “productos” del sistema que no accedían a la carrera por vocación, sino como una simple salida laboral, rápida y cada vez menos exigente.

Total los pibes no importaban.

En los 60/70, cuando se suscitaba algún problema con los alumnos, la balanza, desde la otra punta de la comunidad educativa, los padres, se inclinaba siempre a favor del maestro. Había confianza en el docente. Éste sabía lo que hacía y lo que decía. El docente tenía autoridad (no hablo de autoritarismo, seré mediocre pero no necio).

Y esa autoridad llegaba hasta la casa de cada alumno.

Nuestros padres, los de mi generación, no eran tan autoritarios como los de las anteriores… Un par de chirlos, quizás, nos hemos ligado. Pero poca cosa. Nada consuetudinario.

Mis maestros eran casi todos de hacer los paros que proponían sus gremios y eran épocas de gobiernos dictatoriales.

Yo se cómo se las arreglaban. Siempre se llegaba a finalizar el programa.

A las ganas de aprender de los alumnos, la alimentaban día a día, esforzándose y siendo creativos, eficientes transmisores de conocimientos.

Daban ganas de ir a la escuela. Los maestros tenían vocación, más allá de los mil y un problemas que compartían con el resto de la sociedad.

Pero ellos estaban.

Me acuerdo de los actos… con qué orgullo y energía (que transmitían) se pasaban horas y horas preparando la fiesta, donde parecían campeonatos a ver quién sorprendía más con la participación de “sus” pollos.

En tercer grado, me tocó decir un monólogo muy gracioso que trataba de una niña gorda. Eran como tres carillas escritas a máquina. Y lo hice micrófono en mano.

Seguro que alguna pifiadita me mandé… pero tenía 8 años y leía, escribía, interpretaba el texto, lo memorizaba y encima, terminaba actuándolo. Eso no me llegó del aire, eso lo lograban esos maestros.

Esos actos que se hacían el mismo día de la fecha patria, a la mañana con los dos turnos (yo iba a la tarde) y con todos (o casi) los padres de la escuela disfrutándolos.

Había conjuntos folclóricos, un coro que cantaba desde las canciones patrias hasta tangos o temas de moda del momento…

Teatralizaciones, exposición de dibujos, qué se yo… Todos participábamos de una u otra forma y por supuesto, si no ibas, corría la falta.

Los maestros organizadores se ponían el acto sobre los hombros y desde la decoración y la preparación del escenario, hasta la coordinación de cada número (generalmente uno por grado)… todo, todo era su responsabilidad.

Y, para terminar por hoy, seguramente muchas veces la habrán pasado mal, habrán tenido sus problemas laborales o personales… como todos. Sólo que a nosotros no nos lo hacían notar.

Ellos sabían que éramos esponjas. Ellos estaban. ESTABAN.

Se podía contar con ellos. Y nuestros padres también lo sabían.

Mañana la sigo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Coincido en gran parte con lo que pensás, pero, como “contrera” que soy (algunos llaman “espíritu crítico” jeje) pienso que antes del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 existía un país justo socialmente, aunque con limitaciones.

Ese país justo comenzó a desmoronarse con la mencionada Dictadura Cívico Militar, donde la Educación fue una de las “variables de ajuste”.

Esto no cambió con el advenimiento de la Democracia, la Educación siguió siendo un gasto y no un derecho social. Subrayo: un DERECHO SOCIAL, ya que si sostenemos que la Educación no es un gasto sino una inversión seguimos teniendo una lógica economicista.


No puede haber un sistema educativo de excelencia en un país injusto, además, dicho sistema educativo debe ser el resultado del debate y participación de todos los ciudadanos y ciudadanas en el marco de que proyecto de país queremos.

Tampoco creo que los alumnos deban ser esponjas: la educación es “un ida y vuelta”, donde el docente también aprende de sus “educandos”.

Muy buena iniciativa, amigo mío.

Saludos.

Miguel Artín.

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Coincido. Aunque creo que el principio de la declinación en el tema educación se remonta unos años más atrás. A lo mejor me explico mejor en "Veamos" el siguiente post.
Gracias por tu opinión.