martes, 27 de mayo de 2008

Susana Seoane

Cuando éramos chicos, había gran cantidad de temas de conversación que formaban parte del misterioso estante de las “cosas de grandes”.

Seguramente ahí, se debían guardar las internas familiares, entre otros “tesoros”.

Pero uno no era un niño de los 90 ó 2000. Corrían los años 60, 70. No éramos giles, pero estábamos a años luz de los chicos de hoy en día.

Nuestro trabajo, era aguzar el oído, husmear haciéndote el que “pasabas por ahí”, intuir, atar cabos, unir fragmentos de conversaciones…

Casi siempre, cuando grandes, nos terminábamos enterando en una conversación casual en la que nuestros mayores (aun seguían siéndolo) nos miraban con cara de “Cómo no sabías” o “cómo no te enteraste”.

Contradicciones de los mayores. La cuestión es que uno quedaba siempre como el último en enterarse de algo que era una obviedad. Nadie decidió que el día que llegásemos a grandes nos lo iban a contar pero pensaron que uno igual lo debía haber averiguado.

Qué épocas.

También había cosas que uno pensaba y no comentaba y lo tomaba como un hecho. En ese grupo de certezas nunca corroboradas, estaba la interna en la familia de mis padrinos.

Pero no voy a hablar de ellos porque si alguna vez lo hago, no será dentro de la etiqueta de buenos recuerdos.

Hoy quiero hablar de Susana, la hermana de mi madrina.

Porque es una persona a la que hace muchísimos años que no veo y creo que ya no volveré a ver, pero que siempre me impresionó mejor que su ostentosa hermana.

Mi secreto deseo era ser su ahijado en realidad.

Ahora soy agnóstico. Y nunca fui muy religioso que digamos. Mi familia era de católicos no practicantes. Lo que se valoraba, más que lo religioso, era el vínculo creado. Y eso fue lo que prioricé con mis dos ahijados, de grande.

Y para mí, que alguna interna había en esa familia. Nunca lo pude corroborar, pero hoy en día sigo pensando lo mismo.

Pero Susana y su esposo (así como sus hijos) me resultaban más interesantes, más cercanos de verdad (sin imposición) y por sobre todas las cosas, menos competitivos.

Es el día de hoy, que tengo mucho más presente en mi memoria (gratamente, claro) a Susana que a mi pacata madrina.

Y la verdad, me gustaría encontrarla para decírselo. Para decirle que un poquito, marcó mi vida, para bien.

Ojalá lleguen a sus oídos estas palabras.

Susana, no se si había tal interna, si había competencia entre las hermanas y/o cuñados. Pero si la hubiera habido, yo hubiese estado incondicionalmente de tu lado. Porque sin profusión de ampulosos gestos, demostraste ser mejor persona a lo largo de tu vida.

2 comentarios:

la bonaerense dijo...

Pero está viva? Buscala Claudio!

El gato vagabundo dijo...

Es asi Claudio. Tal cual. Nosotros andabamos por ahi como investigadores buscando fragmentos de la tan preciada informacion. Y era maravilloso llegar a una conclusion.

Hoy si tu viejo se garcho a la vecina, seguro sale por internet. Y claro. La conclusion no tiene esfuerzo. Por ende no tiene gloria. Por ende, es anodina. Como la vida de hoy.

Cuantos recuerdos preciosos me trajiste. Ah, y si queres, te averiguo donde esta Susana.

Un abrazo.