miércoles, 18 de junio de 2008

Cine, negro.

Así titula nuestro amigo Gato Vagabundo a la anécdota familiar que nos cuenta a continuación:

CINE NEGRO


Según cuenta mi suegro, hace muchos años, en un cine de San Francisco, proyectaban una película dramática, de la cual no recuerdo el nombre. Calculemos que debe hacer por lo menos 35 años de esta historia.

San Francisco es una ciudad del este cordobés. Donde termina la ciudad, empieza la provincia de Santa Fé, y en ella el pueblo llamado Frontera. Una avenida es el límite provincial en ese lugar, condición que creo solo se repite en dos o tres lugares más del país. Lugar cerealero por excelencia, supo albergar también industrias de nivel internacional. En San Francisco, durante muchos años, estuvo la fabrica de las maquinas de coser Godeco, la fabrica de las crackeritas (galletitas ultra conocidas en los 60’s), amortiguadores Delfabro… unas cuantas. Pero, siempre conservó ese espíritu pueblerino, con anécdotas graciosas de gente con muchísimo dinero y escasísima formación. Esta fórmula se repite en casi toda ciudad donde la actividad principal es la explotación del campo y sus posibilidades agrícolas, ganaderas y lecheras.

(El cine, gato, ¡el cine!. Volvamos al tema del cine…)

Bueno, volviendo al tema principal, se estaba llevando a cabo la proyección de una película tremenda, dramática. La gente en el cine lloraba a escondidas. Ante el pánico de ser señalados luego por el Bulevar 25 de mayo, todos los hombres de la sala fingían resfrios, basuritas en los ojos, lo que fuera para justificar sus ojos rojos a punto de estallar.

Imaginemos entonces, el momento mas duro de la película, la cúspide de la tensión emocional, el punto álgido del drama. Los protagonistas sufrían en la pantalla, y el cine entero los acompañaba, arrebujados y llorosos en esas viejas butacas de madera… y entonces… lo impensable sucedió…

Una estruendosísima flatulencia sacudió a la sala en penumbras, acompañada solo por el silencio y la sorpresa reinante. En un instante, la audiencia completa estalló en una carcajada incontenible. La gente se doblaba en sus butacas de la risa, y aplaudían rabiosamente, en contraposición con la muy probable perplejidad de los boleteros y cortadores de entradas, que estaban fuera de la sala, con la plena seguridad de que adentro se estaba proyectando un drama.

Terminaron por fin las risas, terminó también la película, y una voz femenina con marcadísima tonada cordobesa, en la obscuridad, intentando remediar lo irremediable, tuvo la pésima idea de agregar:

“-Dici eel nero que lo peeerdonen... que si li hai caaaapao”

Trad. Cordobés – Castellano: (dice el negro que lo perdonen, que se le ha escapado)

Como era de esperarse, la sala volvió a estallar en carcajadas y aplausos, mientras la gente se iba retirando, llevándose consigo el recuerdo de una película regular, y una anécdota que se contaría durante generaciones de boca en boca, y que al contarlo aquí, por primera vez se plasma en un escrito, y en un medio digital y público.

Lo que nunca imagino “el negro”, era que miles de personas iban a hablar de su estruendo… ¡que lleva ya décadas de resonancia en toda reunión familiar!

El Gato Vagabundo


***


Gracias, Gato. De corazón. Es lindo este ida y vuelta y nos da un poco de aire entre tanta tensión que nos rodea. Nuestro amigo El Gato Vagabundo se animó a enviar su historia. Sigo esperando historias de cine. ¿O creían que iban a salvarse? Vamos, lectores: ¡Manos al teclado!

Aquí, la ubicación de San Francisco:






1 comentario:

El gato vagabundo dijo...

Pero por favor... conta conmigo siempre.

Y gracias por publicar esta historia que, cuando la cuenta mi suegro, tiene muchisima mas gracia, aunque ya la haya oido mil veces.

Cada dia la cuenta mejor.