lunes, 23 de junio de 2008

Viaje a Ensenada

La familia de mi viejo era muy grande. Por ende éramos muchos primos y de las más diversas edades. Ya había mencionado a mi tío Mario. ¿Se acuerdan? Él y tía Irma eran los padres de Ofelia, Celia y Jorge. Con idas y vueltas como cualquier familia que se precie, Celia, Jorge, mi hermana Lucía y yo siempre fuimos muy amigotes.



Estación Dock Central


A fines de los 60 mi tío había conseguido un trabajo en el cine Social de Ensenada. Era todo un desafío, el puesto iba con vivienda incluida. Lo más mágico, para nuestras mentes infantiles era que la vivienda era parte del edificio del aquel cine, con todos los recovecos habidos y por haber que desafiaban nuestra imaginación. Fue una movida grande para ellos porque el traslado era importante.

Tiempo después, cuando ya estaban ubicados… decidimos hacerles una visita en patota. Éramos como quince. Y hacia Ensenada partimos un sábado tempranito, desde Constitución. Un viaje hermoso en tren (¿pueden creerme?). Llegamos a La Plata y de allí tomamos otro tren que nos dejaba en la estación Dock Central (Ensenada). Cómo nos divertíamos todos juntos…

El cine (para nosotros la casa era el cine mismo) quedaba en la calle La Merced 220, que era la principal si mal no recuerdo. (Acabo de hacer un mapita que adjunto.)

El cine Social era enorme, como eran antes los cines. Tenía camarines, pullman, que se yo cuántos recovecos.

La patota de primos, fascinados. Después de la recorrida que estaba impuesta, hicimos mil cosas, como siempre. Luego del almuerzo los más chicos fuimos a la pullman a ver una del Topo Gigio. ¿Por qué a la pullman? Sencillo: No siempre el cine estaba tan lleno como para habilitarla, entonces era el reinado de la familia encargada del cine y sus invitados, en esa oportunidad, nosotros.

Contaba Celia, alguna vez, que junto a tía Irma, tomaban posesión del sector, munidas del equipo de mate y (por supuesto) en deshabillé. En verano le avisaban al tío que si veía una voluta de humo, era porque ponían un espiral por los mosquitos.

Son esas cosas que quedan como imágenes imborrables.

No era raro ir en patota a la casa de algún familiar. Y siempre al decir nuestro los dueños de casa estaban dispuestos a realizar los cambios de escenografía que fueran necesarios para prolongar las visitas, que nunca duraban un solo día.

Ellos eran varios y nuestra patota un número interesante. Me hubiese encantado ir a dormir con el tío, Cacho y Marito a los camarines, pero mi hermana que siempre se las arreglaba para hacer de mamá no me lo hubiera permitido. Así que dormí en una cama con tres o cuatro más. Dicen que en un momento Celia preguntó: -Claudio, ¿estás cómodo? y que yo contesté medio ahogado por los pies de no se quién…: -Estoy arrodillado… Al rato nos dormíamos apurados entre risas y susurros, para que la mañana llegue rápido y poder seguir disfrutando.

A la noche cambiaba el programa y creo que daban una de Sandro. Celia, que es su admiradora número -23, nos llevó a la sala.

Nunca me voy a olvidar de aquél fin de semana en Ensenada. Del cine Social. Y de la imagen de sus rincones misteriosos..

Y el cine. Siempre el cine.





Por cierto, sigo a la espera de tu historia con el cine de tu pueblo, de tu barrio.

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