viernes, 13 de junio de 2008

Gángsteres, éramos los de antes...


Cambiar revistas, canjearlas, mejor dicho, era frecuente en aquéllas épocas de mi infancia. En Alberdi y Miralla había un negocio que se especializaba en eso, además de ofrecer libros de texto de primaria y secundaria, de segunda mano.
Eso quedaba más o menos a trece cuadras de mi casa. Íbamos pateando o en bicicleta, depende de las ganas. Eso sí, sólo por Manuel Artigas, ya que la vieja me tenía prohibido salir a la avenida. Si nos hubiesen dejado, nos pasábamos horas ahí dentro revolviendo y relojeando todo tipo de revistas.
Pero básicamente lo nuestro eran los comics de la editorial Novaro, la mexicana que entonces tenía la licencia de los DC comics: Batman, Superman, Linterna verde, Aquaman y toda la legión de súper héroes. Y, en segundo término, las de Disney.
Vos entregabas cuatro revistas y te daban un vale por dos. Revolvías, buscabas y te llevabas las que todavía no habías leído.
Eso del 2 x 1 era jodido, ya que te ibas descapitalizando…
Pero para ese tema habíamos hecho un descubrimiento que compensaba las pérdidas.
En Artigas y Tellier, al lado de la pollería, habían puesto un kiosco nuevo y también hacía canje de revistas. Por supuesto, tenía el diez por ciento de variedad y cantidad que el de Miralla. Pero una gran ventaja: El señor que lo atendía era bastante mayor y entre todos, lo apabullábamos hablando y pidiendo a la vez, de tal forma que llevábamos cuatro revistas y volvíamos con seis u ocho en el peor de los casos.
Eso sí, no permitíamos que chicos de otras calles lo trampearan.
Digamos que cuidábamos la exclusividad. Habíamos perfeccionado el tema, íbamos de a cuatro o cinco y nos turnábamos para que uno por día saliera “hecho”. Ése era el que mas lo envolvía, le daba charla y meneaba las revistas obtenidas.
Bastante turro lo nuestro.
A veces creo que el tipo se dejaba "engrupir", porque lo que menos le importaba era el canje, sino las golosinas o cosas del cole que uno le podía comprar de urgencia… De todas formas el negocio siguió, pero el canje duró un par de años solamente. Era entendible: En algunas horas del día no podíamos estar de guardia para que de otras calles le hicieran la manganeta… Nuestra “protección” duraba mientras éramos civiles, cuando tocaba la campana de entrada, desaparecían los pichones de gángsteres.
Después vinieron los libros de la colección Robin Hood y las revistas El Tony, D´artagnan, Intervalo (¡con películas del momento hechas en historieta!), Skorpio, etc.
Quedaba solo el canje de Miralla. Todo legal. Eran varios atendiendo y era imposible cagarlos.
¡Toda una injusticia!
Lo de siempre: no es vida.

2 comentarios:

El Vasco dijo...

En mi pueblo solo cambiaba las de patoruzito. No habia comics. Aunque Tony y D'artagnan las leian mucha gente de campo y todo el mundo tenia.
Saludos

El gato vagabundo dijo...

Yo vivia en Murguiondo esquina La Rosa, en Mataderos. Pero el unico canje de revistas que mi infantil cerebro registró, fue el de la calle condarco, frente al sanatorio san patricio, en flores.
Me maravillaba siempre eso de ir a comprar algo sin dinero. Aun hoy me sigue maravillando.