Pero que tengan que tomarse el trabajo de recibir, deliberar y resolver sobre pedidos como el de la nota mencionada, no hace más que desdibujar el concepto de justicia.
Cierto es que cada ciudadano tiene derecho a reclamar, a pedir, a protestar ante la autoridad establecida, pero no menos incuestionable es que no tenemos derecho a perder ni un minuto de deliberación del tribunal supremo por cuestiones menores.
Debería aparecer una figura que no permita apelar ante dicho tribunal por cuestiones baladíes. Porque quizás mañana a la tarde se levante de la siesta Usted, lector e interponga un recurso para destituír a la maestra de su nene el mayor (sí, el energúmeno) queletieneojerizalpobre, con el fin de salvar la educación, como hizo este patricio mendocino.
Ahora bien, también agilizaría el sistema judicial que aparezcan nuevos estrados express, para resolver casos de mediáticos ofendidos...
No quiero pensar en la Corte Suprema mediando entre dos Kenny (que ni bailan, que ni cantan, que ni nada) sobre quién de ellas tiene razón al referise a la otra como prostituta de lujo...
Es más, para desestimar esta locura, habría que elevar para estos casos las costas judiciales a fin de lograr que desaparezcan, brindando así tiempo judicial para tantos casos que duermen en los archivos esperando justamente eso: JUSTICIA.
Porque este señor mendocino tiene el poder que le da su dinero para mover el engranaje judicial, pero nadie se molesta por hacer que la justicia llegue a aquel que menos tiene. Y en este concepto también está involucrada la gran deuda de nuestra eternamente joven democracia: la reparación histórica de los que menos tienen.
Otra cosa a cambiar es nuestro imaginario de justicia que sólo ve justo al fallo si nos favorece, ¿no, doña?
No es vida.